Vigilar la dieta de las personas con discapacidad intelectual nos ayudará a mejorar su calidad de vida, ya que sus hábitos y necesidades nutricionales son diferentes.
El punto de partida es de Perogrullo: una alimentación sana es la piedra angular del funcionamiento de nuestro organismo. “Somos lo que comemos” y nuestra salud física y psíquica está condicionada por los hábitos nutricionales que desarrollamos. Proteínas, grasas, fibra, hidratos de carbono, vitaminas, minerales… todo tiene cabida en una dieta equilibrada y nada es prescindible.
Pero… ¿qué ocurre en el caso de las personas con discapacidad intelectual?, ¿tienen las mismas necesidades nutricionales?, ¿y cómo reaccionan ante el apetito?, ¿despliegan mecanismos de autocontrol sabiendo que el exceso de algunos alimentos puede ser perjudicial para la salud?
Para empezar, cuando el grado de discapacidad es alto, el tratamiento dietético-nutricional debería ser individualizado y supervisado por el endocrino o el médico de familia. El facultativo es consciente de las intolerancias, las fobias alimenticias y la capacidad de masticar y deglutir del paciente. Por ello, propondrá una dieta ad-hoc que cubra sus necesidades nutricionales, sea de fácil ingesta y, dentro de lo posible, conecte con sus gustos.
Conviene detenernos en este aspecto: masticar, tragar y digerir bien. Algunas personas con discapacidad requieren más tiempo para estas acciones rutinarias, pues les supone alguna dificultad como la disfagia. Los familiares o acompañantes han de ser pacientes, respetando sus tiempos y evitando las prisas que puedan provocarles algún trastorno digestivo.
En cuanto a la dieta, esta ha de ser tan equilibrada y diversa como sea posible, con presencia de alimentos ricos en fibra para mejorar el tránsito intestinal. Hablamos de personas con unos hábitos de vida sedentarios más arraigados que en el resto de la población en general, por lo que la obesidad y el sobrepeso son riesgos que hemos de evitar desde el principio.
Otro enemigo latente de su salud es la falta de autocontrol del apetito, un problema común entre las personas con síndrome de Down. Muchas de ellas tienen el umbral de saciedad alto, especialmente ante los alimentos que más les gustan… y que raramente coinciden con los más saludables.
Una vez más, la labor persuasiva y de acompañamiento de familiares y tutores es fundamental. Inculcar la importancia de una dieta justa y variada no es solo informar, es también recordar, casi a diario, y predicar con el ejemplo. Somos el espejo en el que se miran y la alimentación saludable debe empezar por nosotros mismos.
Por último, recordemos que el otro puntal sobre el que descansa la salud es la actividad física. Junto a una alimentación consciente, hemos de fomentar la movilidad, el juego, el deporte, etc., y realizarlo al aire libre, siempre que sea posible. Nutrición, actividad, oxigenación y sol se constituyen así en los cuatro elementos que observaremos siempre en la conquista de un objetivo universal: el desarrollo físico pleno para todas las personas. Desde Fundación Aon España colaboramos con varias entidades por la integración social a través del deporte, como es el caso de Fundación A La Par, Fundación Deporte y Desafío, Fundación Priscila de Gustin, entre otras.