Día de las personas sin hogar

Javier tiene 56 años. Hasta hace 8 años, trabajaba en una pequeña empresa que debido a la crisis, acabó cerrando, y se vio sin empleo y con una edad en la que era complicado encontrar un nuevo trabajo. Poco a poco, sus ahorros fueron disminuyendo, hasta que se terminaron. Javier dejó de poder pagar su casa, sus recibos e incluso la comunidad. Empezó a ir a comer a comedores sociales. Un mal día, recibió una carta donde le advertían de la posibilidad de perder su hogar si no pagaba la deuda pendiente. Y ese día llegó, Javier perdió su casa, y ahora vaga por las calles de una gran ciudad; cuando puede duerme en un albergue, y se alimenta gracias a la caridad de las personas de la calle o de organizaciones que ayudan a quien no tiene nada que echarse a la boca.

La historia de Javier es ficticia, pero desgraciadamente en nuestro país hay muchas historias similares a la suya. Personas como cualquiera de nosotros que, debido a una circunstancia o a un cúmulo de ellas, han perdido todo lo que tenían. Se estima que unas 40.000 personas no tienen un hogar y 3,6 millones viven en viviendas inseguras. Esto provoca que sufran discriminaciones en todos los ámbitos: social, laboral e incluso familiar.

Desde Fundación Aon queremos, debido a la conmemoración del día de las personas sin hogar el 26 de noviembre,  hacer visibles estas historias para poder entre todos ayudar a quien más lo necesita. Seguro que cerca de tu domicilio hay alguna organización con la que puedes colaborar en este sentido ¿te animas a echarles una mano?

Por ejemplo, Caritas Española está haciendo una campaña para reivindicar los derechos de las personas sin hogar,  visibilizando a este colectivo para luchar contra la discriminación y el estigma que sufren. Tienes toda la información disponible en este enlace.

También Cruz Roja tiene Unidades de Emergencia Social, formadas tanto por personal técnico como voluntario, que salen a la calle para atender a las personas sin hogar. Les proporcionan comida y bebida caliente y lo más importante: una mano amiga.

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