Los perros pueden ser mucho más que mascotas y un miembro más de la familia, convirtiéndose en compañeros fieles para personas con discapacidad. Tienen la capacidad de facilitarles su día a día y aportarles beneficiosos para la salud no solo a nivel conductual, sino también a nivel emocional.
Pueden ser un gran apoyo a la hora de tener una vida más independiente y para superar las diferentes barreras que se puedan encontrar en su entorno, aumentando su confianza, seguridad y autoestima.
La formación de los perros de asistencia pasa por diferentes etapas, consiguiendo especializarse para poder aportar los máximos beneficios y apoyo a las personas con discapacidad. No es requisito fundamental que sea de una raza determinada, pero es importante que tenga buena forma y entre sus principales rasgos característicos tenga gran capacidad de aprendizaje, que sea cariñoso y tenga una buena reacción ante estímulos sonoros. También es necesario que sea un perro que transmita tranquilidad y serenidad y que esté completamente adaptado a la vida en sociedad.
Podemos encontrar perros de asistencia orientados a asistir a personas con distintas discapacidades: perros de asistencia para personas con discapacidad física (pueden recoger cosas, abrir y cerrar puertas, etc.), perros de asistencia a personas con discapacidad visual, perros de asistencia para personas con discapacidad auditiva (para alertar de los sonidos que ocurren en el entorno), perros entrenados para asistir a personas que sufran enfermedades como la epilepsia y solicitar ayuda en caso necesario, perros que asisten a personas con autismo y perros entrenados para realizar terapias determinadas con finalidades terapéuticas y emocionales.
Es importante y recomendable elegir a este compañero de vida según el tipo de discapacidad, porque según hayan sido entrenados, tendrán unas capacidades u otras más desarrolladas.
En definitiva, un perro de asistencia puede no ser solo una mascota, sino también un buen amigo y compañero.